1. En el imprescindible documental The corporation había una historia especialmente chocante. Un grupo de activistas iba a casa del CEO de una multinacional para protestar, armados de carteles y de consignas. Nada más llegar, se sorprenden de que el sitio, en un tranquilo pueblo, es de lo más humilde. No es más que una vivienda unifamiliar con su jardincito, nada de una ostentosa mansión o un ático de superlujo en la capital que, sin duda, el director ejecutivo de la compañía se puede permitir. Aun así, siguen adelante con su plan y se atrincheran beligerantes frente a la casa. El hombre sale con su mujer y resulta ser un matrimonio de lo más normal, hasta entrañable. «Queremos hablar con usted», increpan. «Pues hablemos», responde amablemente. Y se tiran horas dialogando en el jardín, animada la conversación de vez en cuando por las pastitas y el café que trae la señora. Tanto los jóvenes enfadados como el poderoso jefe de la malvada empresa se dan cuenta de que tienen mucho en común. Aspiran a un mismo mundo mejor. Pero el CEO, dice, no puede hacer en realidad mucho más que ellos, ya que se ve constreñido por la implacable maquinaria del sistema. Aun así, se esfuerza y trata de ayudar a la sociedad en la medida de sus posibilidades.
2. Las películas antisemitas del III Reich mostraban a los judíos como unos seres diabólicos, que sólo se movían por su propio interés. Corrompen con riquezas a los mandatarios, violan a las inocentes jóvenes arias, desprecian y oprimen al pobre pueblo. La propaganda colaboraba a distanciar a los judíos de los «Nosotros» que eran los alemanes, alejándolos del concepto de humanidad y facilitando así enormemente su destrucción. No eran hermanos humanos, eran animales. Muchas películas de Hollywood, desde cine infantil disneyoide hasta aventuras de acción seagaliana, enseñan a los poderosos empresarios como unos seres diabólicos, sin ningún resto de bondad ni compasión, movidos por su propio interés. Corrompen a los ayuntamientos para que les dejen construir, o para que no cierren su piscina pese a la amenaza de pirañas mutantes, o les untan para destacar el diminutivo -illo del desastrillo medioambiental que puede provocar su proyecto comercial. Son malos, malos. Malos absolutamente. Malos de película. Curiosa propaganda viniendo del corazón del malvado imperio del capital, ¿no?
3. Los judíos pueden ser personas, pese a lo que dijeran y creyeran los nazis. Los empresarios sin escrúpulos pueden, después de todo, tener escrúpulos y algunos valores. Por muy convincente que queramos que sea su caricatura porcina. Los israelíes son personas. Los CEOs son personas. Los nazis eran personas. Nosotros podemos ser muchas cosas pero, ante todo, personas. El enemigo no es el ser humano, sino la idea. Matar a Hitler habría estado bien, pero había unos cuantos que podían haber continuado su proyecto. Si alguien hubiera asesinado a Stalin en los años 30, ¿habría cambiado mucho la mísera vida de los millones de soviéticos que aún quedaban? ¿Cómo es posible que Hollywood, baluarte de la propaganda estadounidense, tire piedras contra su propio tejado? Porque, por mucho que el neoliberalismo sea inhumano y bárbaro, los que lo aplican siguen siendo humanos. Y, en algunos casos, es posible que incluso se sientan mal de vez en cuando, o sufran al sentirse impotentes por no poder mejorar las cosas. Puede que al líder farmacéutico le duela a veces que mueran enfermos niños que podrían curarse. Puede que a los megaempresarios no les gusten los empresarios aunque ellos lo sean, como los más modernos son los que más odian a los modernos. ¿Que la mayoría son unos hijosdeputa? Vale. Sigue habiendo opresores y oprimidos. Y hay que luchar contra eso. Pero todos somos igualmente humanos, y cuando se destruye a un ser humano, sea caricaturizándolo, regicidizándolo, odiándolo por el mero hecho de pertenecer a un arquetipo de ser humano que nos hemos inventado, cuando ocurre eso se pierde la fuerza moral. Si se pierde la fuerza moral, la lucha no tiene sentido. Aunque se gane, si se hace a costa de otros seres humanos (judíos, empresarios), ¿merece la pena ganar? ¿No es mejor perder, pero hacerlo con dignidad?
4. La cínica campaña contra la crisis de Esto lo arreglamos entre todos era una propaganda vergonzosa, pero el mensaje es totalmente válido. El judío no es necesariamente un animal ni una plaga sólo por ser hebreo, el empresario no es por definición un demonio; aunque muchos lo sean en gran medida, pero nunca al 100%. El capitalista anticristo que hunde la sociedad por su interés egoísta no es tan distinto a todos esos pequeños capitalistas que montan un humilde negocio e hinchan los precios para que el margen de beneficio les permita comprar un piso más grande, el empresario porcino no es muy diferente a los que compramos unas Converse, el directivo petrolero que se compra un ático de un critón de dólares en Dubai sigue el mismo proceso que lleva a un funcionario a no poder ahorrar poque quiere tener un segundo coche o un apartamento en la playa, el niño negro que se muere en África es el mismo que es adoptado en Europa y quiere unas Nike, el CEO que invierte en programas sociales e intenta reducir al máximo los residuos de su industria tiene muchas cosas en común con los activistas que quieren acabar con el hambre. Es cuestión de escala. Estamos todos en lo mismo y, si unos podemos cambiar, otros también. Es la persona, no la caricatura. La idea, no el hombre.