KIMI NO YUBISAKI: La vida entre líneas

Kimi no Yubisaki (Hiroshi Hishikawa, 2007) es bien poca cosa, comparado con el cine considerado como hipertrofia expresiva. Durante unos 15 minutos, vemos mirarse a un par de amigas. El tono ligero de su conversación oculta una inmensa trascendencia para su vida personal, que cada espectador ha de interpretar a su manera… como también han de hacer ellas. Sus palabras incluyen tantas cosas entre líneas que ni siquiera cuando las dicen saben lo que esconden. Juntas al aire libre, toman el mundo como refugio. Lo sublime, representado por una luz blanco nuclear que va descendiendo el tono conforme se acerca el momento de la despedida que coincide con el fin del día, es apenas un trasfondo a la escena cotidiana, pero las dos lo perciben y lo toman como excusa para abrumarse en él y no decir abiertamente lo que quieren decir. ¿Quiénes son ellas, apenas un par de pequeñas existencias, ante la inmensidad de la naturaleza que quiere entrar por el rabillo del ojo? Pero no sólo quieren decir algo, sino que deben decirlo. Por eso, para conseguir comunicarse finalmente se entregan a ese sublime y se funden con él y entre ellas y dejan a un lado las palabras: juntan las manos y simulan en comunión el latido al unísono de sus corazones. Incluso el ruido del silencio desaparece de la película durante esos instantes. Vuelve el ruido del silencio, se despiden del aire y se alejan del mundo para adentrarse de nuevo en la ciudad. Para recordar siempre la epifanía pura que han experimentado y volver a su vida indirecta, entre líneas.

[Kimi no Yubisaki puede verse aquí y aquí]

Rosa Aguilar no sabe distinguir entre público y privado

Según informa el diario ABC (y parece que no El País ni Público), la ministra de Medio Ambiente, Rosa Aguilar, hizo el otro día un uso privado de un avión militar público. Acabo de escribir al ministerio desde aquí para preguntar sobre esto, que me interesa. Somos sus jefes: os animo a hacer lo mismo, contactad con los ministerios y consellerias para tratar todo aquello que os inquiete. Yo me he quedado tranquilo, y sé que al menos algún funcionario soltará espuma por la boca o se echará unas risas.

Hola. He leído en la prensa que la ministra Aguilar ha utilizado un avión militar público para un viaje privado; corríjanme si me equivoco. Desconocía que nuestro ejército ofrecía este servicio, pero a pesar del gasto desmesurado que supone me parece una buena iniciativa de la que muchos ciudadanos nos podemos beneficiar, ya que la crisis actual nos hace difícil a muchos costearnos por nosotros mismos nuestros viajes. Dentro de 10 días he de ir desde Alicante a Barcelona para unos asuntos personales, y quisiera saber qué instancias he de rellenar para solicitar durante un par de horas el uso particular de un caza y si he de presentarlas directamente en la base de Rabasa. Gracias por adelantado.

Sentido común y protestas ciudadanas

Ya son varios los textos que escribo sobre las formas y el contenido del llamado 15-M y que luego decido no publicar y desecho.

En uno apelaba a la responsabilidad de los más activos, que tienen el privilegio de estar poniendo la voz a muchos ciudadanos muy diferentes, la gran mayoría de ellos moderados. No olvidemos, como sí han hecho los políticos, que en esto todos representamos a todos, y que las ideologías personales de cada cual se quedan en casa y cuando estamos juntos sólo vale lo incluyente, aunque por ahora nos parezca insuficiente. En otro texto señalaba que las mayorías absolutas están gobernando sobre todos los ciudadanos con un apoyo popular de, como mucho, una tercera parte de los votantes. La oposición tiende a ser ignorada en estos casos, así como los ciudadanos que se abstuvieron o votaron en blanco. Los políticos que ostentan las mayorías absolutas se bañan en triunfalismos sobre la legitimidad que les da el apoyo popular mayoritario, obviando que en realidad no es tal. También escribía, con un desagradable tono panfletario, algo sobre la resistencia pacífica y la necesidad de planificar bien las acciones. Ante cada una, habría que plantearse: contra quién o qué es, para no caer en quejas genéricas ni en injustas generalizaciones; qué se pretende y si los medios son los más adecuados, teniendo presente que los objetivos básicos siempre son protestar, pedir soluciones e informar; qué hay que decir, elaborando una serie de preguntas concretas para hacer a los responsables, para intentar ir más allá del simple insulto y conseguir respuestas o, más probablemente, que se pongan en evidencia con sus mentiras y silencios. Por otro lado, las acciones ilegales, que incluyen cortes de tráfico y demás, habrían de estar muy meditadas, ya que son métodos más agresivos y con ellos se corre el peligro de perder bastante apoyo popular de la mayoría moderada (como de hecho sucedió en la Universidad de Alicante con algo similar). La desobediencia civil tendría que ser oportuna, estar justificada en cada caso y contar con el respaldo del sentir general, como pasó en Sol al responder a la prohibición de la Junta Electoral; lo que ocurrió en el Parlament de Catalunya ha sido bastante más ambiguo y criticado, en parte con razón, y por ahora ha restado fuerza a este tipo de acciones. No se puede pedir respeto a nuestros derechos constitucionales pisoteando otros injustificadamente. Preparé algo también sobre la autocrítica: ni todos los demás sin malos, ni todos los nuestros son buenos (ese es el juego de los políticos y, por desgracia, de la tradición cultural española; intentemos superarlo). Por ejemplo, al menos dos de los detenidos en los disturbios en Les Corts en Valencia son vistos en los vídeos intentando agredir o quitar algo a los policías; no se puede defender a los detenidos por sistema como se viene haciendo, hay que intentar informarse antes porque no todo el mundo es inocente. Por último, contaba algo sobre lo de ser denominados «los indignados». Esto dota de una identidad concreta al movimiento, pasando de estar compuesto por ciudadanos a ser percibido como un grupo de una gente diferente, perdiendo parte de su fuerza incluyente y facilitando los ataques. Pienso por eso que sería mejor autodenominarnos simplemente «ciudadanos», incluso «ciudadanos indignados», pero siempre quitando el artículo demostrativo que encajona a los manifestantes como una entidad aparte. Como ya se dice en varios sitios, «no somos indignados, estamos indignados».

Estas y otras cosas sobre las protestas del llamado 15-M (nombre insulso, inofensivo y vacío, propio del periodismo que nos ha tocado vivir) las desarrollaba para contarlas en este blog y comunicarlas al mundo. Pero no hace falta, y por eso no las publico. Esta masa crítica es informe y dispersa como los medios que utiliza, así que los ideológos están destinados a ser recibidos con indiferencia o, como mucho, a ser escuchados sólo por algunos sectores y no por una mayoría suficiente. El movimiento ni necesita ideólogos ni puede absorberlos por su propia naturaleza; a cambio, está demostrando un gran sentido común y capacidad de reacción, de apagar por sí mismo los fuegos que se le encienden dentro. Se abre paso de forma natural. Sigue fallando en su vertiente constructiva, pero ¿puede esperarse otra cosa de la juventud con el limitadísimo y acrítico sistema educativo que se les (nos) ha impuesto? 

Tenemos un gran punto débil: siguen siendo los representantes políticos los que se supone que tienen el deber de aportar soluciones, pero están evidentemente poco dispuestos a ello desde su mundo paralelo. Y la masa crítica no está capacitada ni tiene la forma apropiada para articular sus quejas en algo coherente. Al menos de momento. Porque cuanto más aprieten con los recortes impuestos por la religión neoliberal, más y más ciudadanos se unirán a las protestas, como sucede ya en Grecia. Y, entonces, ya no será necesario un discurso: el ruido ya no se podrá ignorar y tendrá suficiente poder para forzar a los políticos a que cumplan con su trabajo y con la democracia, como casi sucede ya en Grecia.

Me voy a la manifestación del 19-J, nos vemos allí.