Escribo, sea como sea. ¿Cuánto ha pasado desde que hice el pacto de suicidio? [¡¡21 días!!] Prometí con mi vida escribir un texto diario durante un año. Al decir aquello, ya entendí que eso sería mi sentencia de muerte, así que en ese mismo momento rebajé el compromiso final a cuatro textos semanales. No parece demasiado.
No creo que lo sea. Escribir y revisar (no a fondo, sino como control de calidad) un texto de mínimo 500 palabras, del tipo que publico aquí, me lleva entre 20 minutos y 3 horas. Veinte minutos en los que se acogen sin pudor al comodín del brainstorming o la escritura automática. Tres horas en los que me propongo sacar algo auténtico y profundo de mí o desvelar(me) una parte del mundo que me obsesiona. Todos deberían ser de ese tipo. Todo texto merece la última razón posible para ser parido.
No parece que lo sea. En este pacto de suicidio prima la cantidad, aunque no pienso publicar nada que no cumpla unos mínimos y de lo que me pueda avergonzar en poco tiempo. Creedlo o no, ya he desechado un par de textos listos para salir por no llegar, no llegaban. Con la lengua fuera, con lo justo, dejando un hueco…
…como sea, pero hay que llegar. Me entristece un poco ver que en algunos días lo afronto casi como un trabajo cuando, por ejemplo, en El Ansia me vomitaba encima el alma y el cuerpo en cada publicación. Aquí no miento, no escribo textos falsos, si lo hiciera me limitaría a cumplir administrativamente y con gracejo literario el mínimo marcado de 500 palabras y le daría a Publicar; no niego que miro de reojo el contador de palabras, pero a partir de las 275 significa que ya está todo hecho y solo miro de nuevo por curiosidad o TOC. No, no miento aquí: pero pocas veces siento que he conseguido llegar en esta web a aquellos niveles de intensidad, rabia, amor y pureza. Al límite he llegado aquí, pero no lo he traspasado como sí hacía en mi viejo blog.
Quizá sea porque aquel Borja no es el mismo de ahora, que ya tiene 34 años aunque ni los aparenta ni los siente ni le pesan más de lo que ya pudieran pesar los 18.
Quizá sea por el planteamiento de obligación. En El Ansia escribía poco pero cuando me lo estaba escribiendo encima. No solo cuando no podía más, sino también cuando eso coincidía con un momento de voluntad lúcida e imparable (los menos, con diferencia). En esta web debe ¡debe! ser escribir bajo el sol, la lluvia o, más probablemente, encerrado en mi casa con el aire acondicionado o una manta. ¿Cansado? No importa, siéntate y pulsa. ¿Ocupado? Busca el aire, rompe el teléfono y pulsa, pulsa. ¿Sin una idea decente? Calla y siéntate, saca cualquiera del sombrero que llevas a reventar y pulsa pulsa pulsa.
Aunque sea en un día como hoy. Un día como hoy está encerrado entre algunos de los días más llenos de trabajo que he tenido en tiempo, y este mismo día lo es. Yo, que siempre me precio de tener millones de ideas, no sabía sobre qué escribir hoy. O no encontraba la idea apropiada para hoy (recordad: nada gratuito, nunca; seguid esto en vuestra vida, intentadlo o pensadlo en todo lo que hagáis). Pero sabía que tenía que escribir. Por eso, cuando por fin he empezado a pulsar sin mucho rumbo, esto es lo que ha salido y sigue saliendo. Es verdad, al menos. También es verdad que escribo desde esta mesa y que la foto la hice después de terminar de escribir, todavía con mi ordenador y mochila y batería del móvil allí, y la retoqué un poco más tarde aún y no es menos cierto que está borrosa y no tiene más interés que el documental:
Puede que no sea un texto interesante. No cabrá en las antologías que, da igual, nadie editará de mí cuando muera (antes o después de un año, menos 21 días). Pero va a ser un texto completo, se está formando y tiene un sentido, así como una forma que abraza bien ese sentido. Sin objeto, esta divagación estaría ya a punto de engrosar los textos que ya están en la papelera; u, honestamente, en los borradores. Pero no está siendo inútil. El mundo, el mío al menos, cambia en algún matiz o brillo al escribirlo y leerlo.
Que solo sea necesario para mí no es poco. Porque lo que es necesario para uno casi inevitablemente puede serlo para alguien más, en cualquier grado ínfimo. Para alguien que caiga aquí por cualquier búsqueda absurda en Google, para algún amigo o familiar que siga el enlace en mi Facebook. Para alguien que escriba y lea el asunto del texto y decida no leerlo y ponerse a escribir él mismo. Para, yo qué sé, para quien sea y para lo que sea. Para algo. Es útil porque es real, y antes de ser útil está siendo real y por eso es necesario.
Aunque este párrafo que estoy escribiendo no aporte nada más y pudiera haberlo borrado en una revisión seria y exhaustiva, entre otras cosas porque no incluye el sutil leit motiv del «sea» en su primera oración. Este párrafo solo dice que no estoy en casa, que estoy en una mesa de madera junto a una falsa cabaña de madera junto a un lago falso, en el centro exacto del campus en el que trabajo y en el que esta semana debo vivir varios días, estoy en un banco cómodo durante al menos 50 minutos, la(s) rata(s) que corretean y cenan en la vegetación a mi derecha no son falsas, no lo son en absoluto. Y me alegro porque son bonitas y están vivas y me hacen sentir. Es real la alondra que se posó en la bancada vacía de enfrente, y voló y al poco empecé a oír su canto y el de otras alondras, y son auténticas las cigarras que apenas callan en esta jornada de alerta por altas temperaturas (que son reales pero no tanto como pueden serlo, por eso creo que es más real que los trabajadores de lo meteorológico estaban aburridos o sin aire acondicionado). Son muy de verdad los mosquitos que empiezan a aparecer y morderme; quizá alguno me esté pasando el dengue, aunque no me pica demasiado donde han atacado así que no parece una realidad. Y es real la chica que acaba de encender las luces azules que rodean la cabaña, y es verdad que sobre mí, a 40 centímetros, tengo otra tira de luces que cuelga entre dos árboles y no la ha encendido, y es verdad que no voy a acercarme a preguntar por qué ni si tiene que ver con que esté yo aquí, escribiendo. Quizá las encienda antes de que termine este texto; sin duda lo hará antes de que sea publicado.
Es interesante que este texto sea mi favorito de los últimos publicados estos días. Porque arrancó desesperanzado y terminó real. Por el camino se hizo verdad.
Sea como sea, persisto. No saquéis las sogas todavía. Yo he mandado este texto y he guardado la mía, que ya asomaba.