JUVENTUDE EM MARCHA: La licitud de que lo artístico prevalezca sobre lo político

(Juventude em marcha, 2006, Pedro Costa)

Siguiendo este repaso encubierto de algunas de las películas más prestigiosas de la década pasada que todavía no había visto, vayamos a por Juventude em marcha de Pedro Costa. Algo que se puede destacar de los últimos tiempos es la generalización de los rodajes en vídeo. Con esto, se rompe en gran medida la frontera entre el cine y el videoarte, ya que este formato ahora no es exclusivo del segundo. El videoarte se caracterizaba por iluminaciones locas, narrativas (o más bien retóricas, ya que las historias casi no existen) anticonvencionales, etc. Y por la textura de la imagen. Pero ya no tiene la exclusividad, mostrando la importancia del impacto perceptivo como aspecto diferencial, no ya audiovisual sino sociocultural, que tiene el usar un formato u otro. Obras que en los 80 o en los 90 sólo podrían haberse visto en museos y galerías de arte contemporáneo ahora llegan a las salas… aunque sea sólo a las de los festivales especializados. Juventude em marcha es un buen ejemplo de este derribo de fronteras entre ambos campos.

Hay dos elementos originales y peculiares en esta obra de Pedro Costa (y, supongo, en el resto de su filmografía, que no he visto). La primera es el acercamiento al hiperrealismo. El llamado cine social, como género aceptado, el de los actores no profesionales y las historias de pobreza, está agotado. Todavía puede llegar a ser efectivo y, en ese sentido, válido, teniendo en cuenta la presunta nobleza de sus fines; pero artísticamente no puede apenas aportar nada ya. El enfoque de Costa rompe con ese realismo realista, y se aproxima al drama social de una forma esteticista y radical. Si bien la temática es la misma, la experimentación la entierra en su intento de mostrarla tal y como se siente subjetivamente. Esto lleva al otro elemento, doble: el uso del espacio y del tiempo. Trabajando con ambos se busca captar la sensación subjetiva de vivir esas vidas. En lo espacial, los resultados son un éxito. Se logra que se empatice con un barrio pobre de Lisboa, una ciudad europea, como si fuera el de un país «en desarrollo». Esto sirve para acercar esas existencias a nuestro mundo, metiéndolas directamente en él y transmitiendo la sensación de que es el mismo mundo, son los mismos humanos. La composición de los planos es hiperesteticista y cuidadísima, estática, con una iluminación extraña y, sobre todo, una profusión de perspectivas ligeramente alteradas, de líneas (la mayoría diagonales) que ascienden hasta topar con techos o con un cielo teñido de negro. Es una perfecta sensación de opresión, de aislamiento, de monotonía y de omnipresencia de lo urbano suburbial, sin rastros de naturaleza (de vida). El problema viene con lo temporal. Costa parece querer rodar tal cual, como sucede, la forma en que se siente esa monotonía y opresión. Sin embargo, el arte no es la vida. Esto, que comprende cuando altera y traduce el espacio objetivo para empatizar con la percepción que de él tienen los personajes, no lo aplica en el tiempo. La mayoría de los planos tienen una gran duración, mostrando en bruto lo que es vivir ese día a día. Pero esta duración no responde a lo que la película pide. De hecho, provoca rechazo, aliena al espectador y hace que lo mostrado le sea antipático. Esto puede tener validez artística, pero en una obra de intensa temática (e intención, quiero creer) social es discutible, porque le roba el sentido. Se logra que el espectador odie no la situación en sí, sino la manera en que está contada. Estos planos eternos y desesperantes y repetitivos, montados durante dos horas y media, no pertenecen a una necesidad interna de la obra. Se puede argumentar que la ruptura de esa necesidad interna es un valor artístico. Y lo es, pero ¿es lícito darle preeminencia cuando el objetivo es transmitir empatía ante el drama humano -¡o la ausencia de él, por la falta de esperanza y de opciones!-? ¿No es un error que el espectador se indigne no con la sociedad, sino con el formalismo de la película que la retrata? Pero ¿y si en realidad no es una película para ese espectador, sino que su sentido es el mero hecho de rodarla para sus protagonistas (que no hay que olvidar que son personas, no personajes) y su barrio, para «preservar» para ellos mismos y los que les rodean un ejemplo de ese modo de vida?

Para terminar, un comentario sobre una metáfora. En una secuencia, el protagonista aparece en un museo. Se queda parado, sin hacer nada, junto a unos cuadros aristocráticos, y lo echan. Se sienta en un sofá aristocrático, y lo echan. ¿Quiere representar esto que lo, por así decir, «desheredado», no tiene cabida en la cultura (de cualquier nivel) porque sigue siendo una expresión aristocrática, o burguesa, del poder? Entonces, ¿es Juventude em marcha el hombre al que echan o el museo que expulsa?

4 comentarios en “JUVENTUDE EM MARCHA: La licitud de que lo artístico prevalezca sobre lo político

  1. Uf, no sabía que había salido ya!! Justo la semana pasada andaba por la calle preguntándome: cuándo va a volver a sacar disco mi elfita? Voy a por él a la de ya, me acerco entre aterrorizado y expectante por eso que dices de Joni Mitchell xD

  2. hombre igual se me fue la mano con lo de Joni Mitchell total. No se si lo has escuchado ya, pero tranquilo vas a tener a tu Joanna, fresca y élfica como siempre, con sus desparrames de 8 minutos, el arpa y tal. Pero vamos suena bastante diferente de Ys. y la influencia de JOni Mitchell se nota, creo yo, en el rollo jazz folk de algunas canciones, y en la forma de cantar de Joanna, que recuerda bastante a Joni. y bueno JOni es la hostia, asi que para mi es una buena comparación. De todas maneras no te creas que se me ocurrio a mi, lo lei en el puto Pitchfork!!
    Bueno, escucha la primera cancion, easy, y mira la portada con la Jonna recostada cual Gloria Swanson y ya me diras!

  3. che, todavía no he podido! es que quiero tener dos horas… Joni es la crema así que es una muy buena comparación, no lo había pensando nunca pero es verdad que tienen un airecillo. yo me seguía casando con Joanna, de todas formas. ya cuento cuando tenga el rato para oír sus desparrames con el arpa!

Deja un comentario